domingo, 14 de abril de 2013

El vendedor de huevos o el valor de esencia


Hace un par de semanas regresé a mi ciudad natal, y volví a verlo, como siempre, bajándose de su furgoneta blanca, portando en sus manos los inconfundibles cartones donde perfectamente dispuestos y protegidos transporta el frágil producto que desde hace más de 30 años reparte directamente a domicilio, entiendo yo, que a un buen número de ellos. La escena, tantas veces captada por mis sentidos desde mi niñez me hizo reflexionar sobre algunos conceptos tan en boga en el mundo empresarial actual; el marketing, la innovación, la competencia, el poder de las grandes superficies, los nuevos hábitos de compra…

Lo cierto es que mi análisis de este “modelo de negocio” parece alejarse de las tendencias actuales, incluso parece contradecirlas como si la realidad como suele decirse siempre superara  a la ficción y nunca coincide con los manuales.


El huevero (así lo llamábamos en casa cuando venía puntualmente todas las semanas) lleva más de 30 años gestionando un negocio  cuya misión y visión parecen no haber cambiado en nada durante este tiempo, ¿innovación? El mismo producto, el mismo embalaje, el mismo vendedor, … Imagino que el proceso productivo habrá ido variando y que la innovación habrá  mejorado la producción, tal vez las gallinas se alimenten con piensos mejor elaborados… etc. Esa parte  sólo puedo intuirla pues lo que él ha transmitido desde hace  tantos años, sorteando los cambios, casi diría yo desafiando a los “grandes” son valores en esencia “tradicionales” pero con los que es muy probable que sigamos sintiéndonos identificados ahora, y a buen seguro  en el futuro, a saber:

-          Producto de calidad. El precio de su producto es caro en comparación con lo que se puede adquirir en el supermercado, pero la calidad es inmejorable, es su principal valor y en términos de alimentación creo que siempre tratamos de hacer un balance calidad/precio que nos resulte positivo. Éste lo es, sin duda.

-          Cercanía. No es sólo el hecho de que el producto llegue hasta tu casa, podría ser irrelevante o incluso molesto en estos tiempos. Él lo ha puesto en valor y a su favor,  “siempre vuelve” si no estás, se los deja a la vecina, ya te cobrará el próximo día, te pregunta cuando te viene mejor…

-          Confianza. ¿puedes llevarte un producto de cualquier cadena de alimentación si te falta un céntimo de euro de su precio? NO. Mi huevero te fía, va él a por cambio, te perdona “5 céntimos” si no los llevas. Ese contrato emocional es para siempre, es muy difícil que se rompa si sabes mantenerlo.

-          Trato humano. De persona a persona. En todos estos años hemos sabido que se casó, que tuvo 3 hijos, que son mayores, que estudiaron,… hay una persona detrás del producto, hay un historia detrás de la persona.

A pesar de lo descrito más arriba me resulta sorprendente volverlo a ver, como si en él el tiempo se hubiera detenido, como si de verdad él hubiera encontrado la “gallina de los huevos de oro”. .. Un negocio que le ha permitido vivir sin renunciar a su esencia,  permaneciendo más que innovando, siendo tal vez un claro ejemplo de que hay valores y formas de hacer que son resistentes al cambio porque en la vida para  captar el cambio hay que ser consciente de lo que “permanece” y en este caso haber sido capaz de sacarle el máximo partido.

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