Hace un par de semanas regresé a mi ciudad
natal, y volví a verlo, como siempre, bajándose de su furgoneta blanca,
portando en sus manos los inconfundibles cartones donde perfectamente
dispuestos y protegidos transporta el frágil producto que desde hace más de 30
años reparte directamente a domicilio, entiendo yo, que a un buen número de
ellos. La escena, tantas veces captada por mis sentidos desde mi niñez me hizo
reflexionar sobre algunos conceptos tan en boga en el mundo empresarial actual;
el marketing, la innovación, la competencia, el poder de las grandes
superficies, los nuevos hábitos de compra…
Lo cierto es que mi análisis de este “modelo
de negocio” parece alejarse de las tendencias actuales, incluso parece
contradecirlas como si la realidad como suele decirse siempre superara a la ficción y nunca coincide con los
manuales.
El huevero (así lo llamábamos en casa cuando
venía puntualmente todas las semanas) lleva más de 30 años gestionando un negocio cuya misión y visión parecen no haber
cambiado en nada durante este tiempo, ¿innovación? El mismo producto, el mismo
embalaje, el mismo vendedor, … Imagino que el proceso productivo habrá ido variando
y que la innovación habrá mejorado la
producción, tal vez las gallinas se alimenten con piensos mejor elaborados…
etc. Esa parte sólo puedo intuirla pues
lo que él ha transmitido desde hace
tantos años, sorteando los cambios, casi diría yo desafiando a los
“grandes” son valores en esencia “tradicionales” pero con los que es muy
probable que sigamos sintiéndonos identificados ahora, y a buen seguro en el futuro, a saber:
-
Producto de calidad. El precio de su producto es caro en comparación
con lo que se puede adquirir en el supermercado, pero la calidad es
inmejorable, es su principal valor y en términos de alimentación creo que
siempre tratamos de hacer un balance calidad/precio que nos resulte positivo.
Éste lo es, sin duda.
-
Cercanía. No es sólo el hecho de que el producto llegue hasta tu casa,
podría ser irrelevante o incluso molesto en estos tiempos. Él lo ha puesto en
valor y a su favor, “siempre vuelve” si
no estás, se los deja a la vecina, ya te cobrará el próximo día, te pregunta
cuando te viene mejor…
-
Confianza. ¿puedes llevarte un producto de cualquier cadena de
alimentación si te falta un céntimo de euro de su precio? NO. Mi huevero te
fía, va él a por cambio, te perdona “5 céntimos” si no los llevas. Ese contrato
emocional es para siempre, es muy difícil que se rompa si sabes mantenerlo.
-
Trato humano. De persona a persona. En todos estos años hemos sabido
que se casó, que tuvo 3 hijos, que son mayores, que estudiaron,… hay una
persona detrás del producto, hay un historia detrás de la persona.
A pesar de lo descrito más arriba me resulta
sorprendente volverlo a ver, como si en él el tiempo se hubiera detenido, como
si de verdad él hubiera encontrado la “gallina de los huevos de oro”. .. Un
negocio que le ha permitido vivir sin renunciar a su esencia, permaneciendo más que innovando, siendo tal
vez un claro ejemplo de que hay valores y formas de hacer que son resistentes
al cambio porque en la vida para captar
el cambio hay que ser consciente de lo que “permanece” y en este caso haber
sido capaz de sacarle el máximo partido.
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